viernes, 30 de diciembre de 2022

DODGE 1500 GT90 (1973)

 

El éxito del Fiat 128 IAVA, que había venido a inaugurar el nicho de los “4 puertas deportivos” en Argentina, había hecho que pronto las empresas de la competencia también pensaran en ofrecer a la venta versiones más radicales (al menos en apariencia) de sus productos que en principio habían sido pensados y desarrollados para el uso familiar.



Prácticamente sin hacer grandes erogaciones, ni tampoco invirtiendo en nuevos cuerpos de carrocería, se limitaron a potenciar los motores y a decorar los exteriores, con la combinación de moda: colores llamativos y franjas.



El Dodge 1500 producido por Chrysler Fevre Argentina, derivado del Hillman Avenger inglés, equipaba de fábrica un carburador Stromberg. Para su versión “picante” la fábrica lo dotó de dos de ellos trabajando en paralelo. 



Modificaciones en el árbol de levas y mayor compresión dieron como resultado alcanzar los 90 caballos de fuerza, una cifra considerable teniendo en cuenta los 70 con los que salía de fábrica la versión normal del coche. Debido a esta característica de potencia el modelo se llamó “GT 90”.



La única opción del GT90 era el color amarillo con franjas negras. Las mismas aparecían en los laterales, en el capó, y en la zona de la zaga, complementados con las inscripciones “Dodge” y “GT90”.



En el interior presentaba seis relojes analógicos y butacas delanteras, con todos los tapizados en cuerina negra.


El GT 90 se produjo en un número limitado y fue reemplazado por el modelo GT100 en 1977. De los GT90 es muy difícil de ver alguno hoy en día. La miniatura es de la colección “Autos inolvidables argentinos” de Salvat.



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sábado, 24 de diciembre de 2022

SALTADUNAS SKIPPY (1975)

 

La arqueología automotriz argentina nos devela a los investigadores interminables sorpresas. En esta oportunidad, y a raíz de un viejo bosquejo encontrado entre archivos olvidados, volvemos a la luz un proyecto que estuvo literalmente sepultado por varias décadas.

La empresa “Plásticos La Loma”, propiedad de la sociedad conformada por (aquí voy a introducir pequeños cambios en los apellidos para no ser tan descriptivo) Mauro Rosso y Alejandro Venerande se dedicaba a construir cúpulas para pickups durante la década de los 70s. Radicada en la pequeña localidad santafesina de Loma Alta, de su taller salían esas autopartes para acoplarse principalmente en pickups Ford, Chevrolet, Fiat y Peugeot. La empresa de Rosso y Venerande utilizaba un galpón cerealero adaptado para la construcción de aquellas piezas. Las cúpulas eran una buena alternativa a las casas rodantes para los bolsillos menos abultados. Las laxas leyes de tránsito de entonces permitían convertir un vehículo de trabajo en una van familiar, en cuya caja de carga con cobertizo se acomodaba toda la familia, incluídos suegras, perros, gatos y el loro.





Debido a la alta demanda de cúpulas, la pequeña empresa se vio en determinado momento en una favorable situación económica que le permitió llevar a la realidad un viejo sueño de sus propietarios, que era encarar la producción de un vehículo de tipo “Buggy”, teniendo como referentes a los que en aquellos años estaban de moda. Como no disponían de logística indispensable para encarar un proyecto desde cero, decidieron copiar en plástico las formas básicas de un coche de producción y realizarle algunas adaptaciones. El elegido fue el por entonces exitoso Renault 12. Usando esa carrocería como matriz, construyeron una pieza plástica con refuerzos internos de perfiles de hierro estructural. El resultado fue una carrocería tipo “lancha” que constaba de solo dos piezas: la principal, y el capó que sí era una autoparte original de Renault 12, la única que se utilizaba, además del parabrisas.



Para la plataforma se contactaron con un preparador de “areneros” radicado en el vecino paraje de Oroño, Eduardo Felizie, quien desarrollaba sus productos por encargo pero basándose en chasis tubulares estándar y mecánicas de tracción trasera con elementos de transmisión y trenes provenientes de Peugeot básicamente. Se hicieron las adaptaciones a la plataforma para poder admitir la carrocería plástica fabricada en Loma Alta. Los chasis rodantes se trasladaban desde Oroño en marcha, hasta donde se montaban las carrocerías y el producto quedaba terminado.

El saltadunas finalizado se bautizó “Skippy” en alusión a un canguro que aparecía en una serie infantil australiana de finales de los 60s. El coche pretendía captar el espíritu “Buggy”. Era abierto, tipo targa, y a pesar de tener un innegable aspecto de Renault 12 también recordaba en cierta forma al modelo Puelche Iguana. Carecía de puertas, sus pasarruedas eran más grandes y al compartimiento del baúl se accedía reclinando el banco trasero. Los tapizados internos eran de cuero sintético (“cuerina”) y el interior del coche era a prueba de agua, teniendo orificios y tapones a fin de evacuar la misma en caso de lluvias, aunque el propósito del mismo era ser usado para el esparcimiento en días de buen tiempo. Por ese mismo motivo carecía por ejemplo de limpiaparabrisas.



Tenía llantas deportivas y cubiertas de gran ancho, más grandes en el sector trasero. Una auxiliar iba montada exteriormente en el tercer volumen. Las ópticas delanteras y la parrilla derivaban del Renault 12, pero las traseras eran genéricas, de las que se utilizaban para equipar los acoplados de los camiones de la época.

El coche carecía de paragolpes, ya que la intención no era su homologación para el uso normal sino para lo que hoy se llama “off road”. Tenía faros auxiliares y buscahuellas y dos estribos laterales de dudosa estética pero gran practicidad para acceder y salir del vehículo, maniobra que también era facilitada por travesaños de metal que a modo de agarraderas vinculaban el arco del parabrisas con el armazón trasero y que a su vez le otorgaba mayor rigidez torsional al conjunto.



El hecho de carecer de puertas laterales permitió reforzar la carrocería en esas zonas con perfiles de acero. La rigidez lograda, sumada al bajo peso del conjunto hacía que el vehículo fuera muy “picante” y divertido de manejar.

El Skippy era un producto original e interesante. El acaudalado empresario Hernán Radozonski, de la vecina ciudad de Gálvez, decidió invertir en el proyecto, para lo cual destinó una fuerte suma de dinero debía ser destinada a equipar y ampliar las instalaciones de Loma Alta para que la producción deje de ser artesanal y se convierta en cadena de montaje. Pero lamentablemente, y acorde a todos los emprendimientos similares que hubo en este bendito país, la historia del Skippy tuvo un triste y hasta oscuro final.



Un par de circunstancias desafortunadas se conjugaron para sellar la suerte del simpático coche. Su disimulada pero innegable apariencia de Renault 12 hizo que pronto la filial argentina de la marca francesa, la que por entonces acababa de hacerse cargo de la antigua IKA, designara un veedor para llegarse hasta las instalaciones de Loma Alta y verificar in situ todo lo relacionado con la producción del auto y negociar las eventuales regalías o licencias que Rosso y Venerande estaban debiendo a la casa matriz francesa. El delegado de aquella misión fue el cordobés Fernando Bustis, por entonces encargado de relaciones públicas y márketing de Renault Argentina. En su reunión con los empresarios locales, las definiciones de Bustis fueron poco alentadoras. “Uhhhh qué cagadón se mandaron, culiáu…”. Tratando de evitar complicaciones, Rosso y Venerande intentaron que entienda que poco tenía que ver el producto terminado con un Renault 12, ya que sólo un par de autopartes eran comunes con aquél, y que, a modo de ejemplo, tenía más elementos mecánicos de Peugeot que de Renault. Lejos de favorecerlos, este argumento desencadenó reclamos por parte de SAFRAR por el uso indebido y sin licencia de sus partes mecánicas, por lo cual más frentes judiciales se abrieron contra los emprendedores zonales.  




Los contínuos vaivenes de la economía también hicieron lo suyo, y la demanda fue cayendo, por lo cual la sociedad de Rosso y Venerande tuvo que imaginar nuevas y originales alternativas para poder sostener económicamente el emprendimiento. Al principio admitían coches de segunda mano para convertir en saltadunas. Ellos se encargaban del desguace de los mismos y negociaban las autopartes de descarte así obtenidas. El éxito que tuvieron en ese afán hizo que prontamente se volcaran de lleno a la compraventa de autopartes. Así entraron en contacto con el oscuro intermediario bonaerense Diego Ríoz, quien les conseguía elementos a muy bajo precio provenientes del Conurbano, los que luego eran revendidos en la zona con grandes márgenes de ganancias. Luego de que la Policía Federal detuviera a Ríoz acusado de tráfico de autopartes robadas, la empresa “Plásticos La Loma” quedó seriamente comprometida, y un fiscal acusó a la misma de ser un mero tapadero de una actividad ilegal, y que la fabricación del Skippy era en realidad solamente una fachada falsa que ocultaba la actividad principal que era la transa de repuestos robados.

Enterado de aquello, el empresario Radozonski reclamó el reintegro de su aporte de capital, pero a esas alturas Mauro Rosso ya había escapado a Paraguay vía Clorinda y Alejandro Venerande había conseguido huir a Italia antes de que Interpol solicitara su captura internacional, y allá logró tramitar una nueva identidad. Entró en contacto con un alto mando de la “Camorra” italiana para proponerle un negocio pero éste se negó diciendo que “Io non quisiera meterme in problemas”.



Pocas unidades del Skippy se fabricaron en definitiva, y la suerte de todos ellos es desconocida hoy por hoy. El ejemplar de las fotos fue encontrado en estado de abandono bajo una pila de viejos trastos en un galpón vecino a la vieja planta fabril, se cree que antes de huir del país, los propietarios lo escondieron para evitar que la Justicia lo encontrara e incautara. Hoy ha sido restaurado por entusiastas locales y podemos exhibirlo como un digno representante de una época romántica de la mecánica de nuestro país.

Aclaración innecesaria para posteadores de redes sociales: Esta historia es ficticia y el auto nunca existió. Por favor leer esto!

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