En la
década de los 60s el TC comenzaba a transitar una etapa de transición entre las
viejas “cupecitas” de Entreguerras a los autos compactos contemporáneos. En
medio de aquel aggiornamiento de la categoría, y entre tanto prototipo e invento
de “entrecasa”, había siempre lugar para las sorpresas.
El corredor
Félix Peduzzi se había accidentado gravemente con una coupé Chevrolet en el
Gran Premio de 1962. Los restos retorcidos del bólido habían quedado en los
fondos de su taller. La carrocería y el chasis quedaron destruídos, pero el
motor era recuperable, y su hijo Ricardo se lo pidió, junto con la caja,
el diferencial y hasta las ruedas, a fin de instalar todo éso en un viejo casco
de Chevrolet 1929 de calle.
El joven
Ricardo armó su “hot rod” con la intención de “divertirse”. Tal era la caótica
reglamentación del TC en aquellos años de transición, que inscribió aquella
cafetera para competir en la máxima categoría del automovilismo local. Así debutó y a poco la
gente apodó “El Cuadrado” a aquel esperpento automotriz, debido a su silueta
poco ortodoxa.
Era un
coche singular desde todo punto de vista. Sus líneas resaltaban por entre las
del resto del parque automotor de la categoría. Desafiaba todos los conceptos
aerodinámicos habidos y por haber. Apostaba a la fuerza bruta de su impulsor ya
que su carrocería no ayudaba para nada. Pesaba 1.130 kg ., es decir que su
relación peso/potencia era muy favorable. Su motor Chevrolet de seis cilindros
en línea fue a partir de 1968 reemplazado por un impulsor Tornado con caja ZF
original de Torino.
El piloto
se ubicaba adelante, en el centro del habitáculo, y el copiloto detrás de él,
en una disposición extraña que sin embargo exigió una modificación por parte de
la categoría para que se adapte el habitáculo a fin de que ambos pudieran
situarse lado a lado de manera convencional.
En aquellos
tiempos las carreras se repartían entre circuitos pavimentados y duros caminos
de tierra, pero el Cuadrado estaba pensado sólo para los primeros. Su chasis
aligerado de eje rígido con ballestas longitudinales delanteras y traseras
tenía un diferencial trabado que obligaba a doblar de costado, haciendo
“drifting” permanentemente, por lo cual se hallaba mucho más a gusto en pistas
trabadas con muchas curvas que en tramos rectos de ruta de velocidad plena. “Un
auto increíble, feo pero simpático”, así se refería Ricardo Peduzzi a su
Frankenstein mecánico, sobre el cual sin embargo, tenía mucha confianza
depositada.
El 13 de
marzo de 1966, en la cuarta carrera del calendario, hizo su debut el Cuadrado,
en una carrera que ganó Rubén Di Palma en el autódromo de Buenos Aires. En su
debut, el coche llegó penúltimo, y nada hacía creer a la prensa y al público que
ese tipo de auto pudiera tener algún logro deportivo de importancia. Sin
embargo, el Cuadrado tuvo su día de gloria. El 10 de abril de 1966, en el
autódromo de Río Cuarto, y a sólo un mes de su penúltimo puesto el día de su
debut, el Cuadrado ganó la carrera de aquella ciudad cordobesa, siendo ésa su
única victoria en su trayectoria de tres años en el TC.
Pasadas las
temporadas, las modificaciones reglamentarias dejaron al auto sin chances de
seguir participando. Peduzzi siguió compitiendo por algunos años mas en
categorías zonales siendo en 1972 campeón del TC del Oeste. En el año 2015 un
primo de Peduzzi, Carlos Grammatica, con la ayuda de sus tres hijos y con
partes originales del Cuadrado, construyó una réplica del coche, que es la que
se puede observar hoy en día en distintos eventos y exposiciones temáticas,
generando la misma admiración que en el principio de esta particular historia.
La
miniatura es de la colección TC de Planeta DeAgostini, no tiene retoques, es
una excelente y esperadísima pieza, que abre las puertas a otras joyas “no
campeonas” de la categoría, pero que escribieron la historia de la misma.
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