El
empresario brasileño Joao Augusto Conrado Do Amaral Gurgel tenía el sueño de
producir un automóvil 100% nacional. Luego de una visita a las instalaciones de
General Motors de Detroit quedó muy entusiasmado con la experiencia de la
carrocería de FRP (plástico reforzado con fibre ad vidrio) que el gigante
americano había volcado a la fabricación de la carrocería del Corvette.
Decidió
proyectar un vehículo destinado a competir en el nicho de utilitarios que por
entonces dominaban el Jeep Willys y el Toyota Bandeirantes. Partió de la base
mecánica del VW Fusca.
El nuevo
coche tendría que ser más liviano y económico que sus competidores, y con
buenas aptitudes off-road para adaptarse a las rutas en mal estado, que eran la
mayoría.
Su primera
producción fue un vehículo llamado Ipanema, pero en este caso nos ocupa su
sucesor, el X-10 Xavante, llamado así por una tribu indígena del norte de
Brasil. Su estructura era de perfiles de acero soldados y revestidos en FRP, lo
que hacía un conjunto extremadamente resistente y con la gran ventaja de ser
inmune a la corrosión, un mal extendido entre los coches brasileños de aquellos
años, especialmente los radicados en las ciudades del extenso litoral marítimo.
El Xavante
tenía una imagen muy inspirada en el Kubelwagen de VW, o en el DKW Munga. Su
rueda auxiliar iba montada en el frente y tenía un parabrisas completamente
rebatible.
Su motor
era de 1.285 cc. Y 38 CV, con tracción trasera y caja de 4 relaciones. Poseía
un ingenioso y práctico sistema de palancas para distribuír a voluntad el
reparto de tracción entre las dos ruedas traseras según las dificultades del
camino, dispositivo que recién unas décadas después estuvo disponibles en
modernos vehículos de gestión electrónica.
La
miniatura es del coleccionable de la filial brasileña de Altaya, con algunos
retoques.
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